viernes, 20 de junio de 2008

Te sientes malito? Anda a la farmacia y siéntete peor...


Ir a la farmacia en los USA es una experiencia que no puede compararse con la "botica" de la esquina. De hecho, en Lima las opciones son tantas que fácil el negocio debe estar a la altura de los chifas o las pollerías.

Pero acá, la tierra de la libertad te exige que pases por algunos "trámites previos". Me imagino que estarás pensando en la receta garrapateada por el galeno de tu preferencia, la llave al paraíso psicotrópico que nunca probaste (o sí?). Bueno, parte de eso hay. Pero la receta en los Estados Unidos viene atada ala fórmula del desastre: destruye tu paciencia, tu billetera y me pone de un humor de perros con Christy (porque yo, ejem, redoble, maracas, quijada de burro: yo no me enfermo nunca).

En fin, para obtener una medicina tienes que estar REGISTRADO en una farmacia (que es naturalmente, una cadena de farmacias, nada de “informales boticas” por acá). Ahí es donde te proveen de la medicina. Pero no se trata de medicinas “importantes” de vida o muerte, sino la gran mayoría de medicinas. Si quieres comprar una pastilla para los hongos de las uñas necesitas receta del doctor, si necesitas un analgésico postoperatorio, pues también va la receta, si necesitas una pastilla antialérgica, bueno, ahora no necesitas receta, pero la loratidina (Claritin en los USA) antes salía con receta nomás. Es decir, las medicinas solo están a disposición del que tiene una receta.

Pero no es cuestión de que llegues a la farmacia, le alcances el papelito a la person atrás el mostrado y esta, solícitamente se pondrá a buscar el frasco que debes tomar por sabe Dios cuantos días. No, tienes que sentarte a esperar.

Sí, las medicinas no vienen preempaquetadas como en el Perú… Nada de eso: vienen en una frasquitos naranjas translúcidos con una etiqueta bien fea y genérica que tiene:

a. Tu nombre
b. Tu dirección
c. El nombre del doctor que te lo recetó
d. El número exacto de pastillas y la dosis a seguir
e. Cuántos “refills” (o “re-llenados”) te quedan luego de que te acabes el pomo

Es decir, no puedes ir a comprar tres pomos de 20 pastillas de XYZ sabiendo que es la dosis que tu doctor recomienda. No señor, póngase usted en la cola, luego de dejar su receta y presentar la tarjeta del seguro (porque si no las pastillas te cuestan la córnea, un riñon y un lóbulo del hígado) puede sentarse y lo llamamos en 15 minutos (si tiene suerte) o ½ hora (si el día es uno como cualquiera). Y ni hablar si es nuevo en el barrio. Entonces tiene que darme las generales de ley y llenar algunos papeles o esperar a que hagamos algunas llamadas telefónicas a los “headquarters” para que nos digan si ha hecho negocios con nosotros antes.

Pero ¿por qué un sistema tan incómodo y francamente irritante se ha impuesto en un país donde la eficiencia es tan anhelada? Tengo dos hipótesis:

1. El sistema del seguro en los USA. La industria médica es el ejemplo de que el libre mercado NO ES LA SOLUCIÓN A TODOS LOS PROBLEMAS DE LA SOCIEDAD. De hecho, el libre mercado presupone algo así como que no hay sociedad, en el sentido de que la única asociación posible es la que se da para que el individuo obtenga el mayor beneficio y, de pasadita, “chorree algo a los demás”(desde que Toledo comenzó hablando del “chorreo” esa metáfora realmente se me hizo repugnante. Medio cochinón suena eso de “chorrear”…). Volviendo al asunto, la idea es que el sistema de salud es casi un lujo, manejado por los “proveedores de salud” (HMO en inglés, no sé qué significan las letras y me da flojera agarrar el mataburros virtual). Ellos son los que deciden si tu doctor tiene la razón cuando dice que “tienes que operarte urgentemente ese tumor que te sale como una sabrosa chirimoya de la sien izquierda”. No te operan hasta que un NN, sentado en una silla en, digamos Fort Bend, Indiana, lea los papeles que le han mandado y decida si REALMENTE tienen que operarte pro un costo de $5000. Tal vez a ese NN que está a mil kilómetros de ti se le ocurra que eso es “muy caro” y no vale la pena gastar plata en tu salud. Así que te niegan la operación. Así de sencillo… Bullshit! (una buena mierda, en español). Esto se aplica a las medicinas por extensión: “realmente necesitas esas medicinas tan caras y raras para tu extraño tipo de insuficiencia del sistema linfático… Mmm, no me parece, te doy para el desenfriolito, mejor”.
2. Este país tiene un serio problema con las “sustancias”. Sí, ESAS sustancias. A veces pienso que es en realidad mala fama y que no son tan propensos a drogarse. Bueno, pues creo que si eso fuera cierto, entonces no tendrían que haber prohibido la tintura de yodo y el mercuro cromo en muchos estados. Un dato, en Lousiana es legal comprar mercuro cromo y tintura de yodo. Excelente! Ahora podré drograme con el aroma celestial de esas sustancias. Si me ven en la foto con manchas violetas en la ropa ya saben qué me estoy metiendo. Es RIDÍCULO!! Todo porque esas substancias son insumos para el cristal meth (que recién se está haciendo popular en el Perú, según el Trome que leí hoy). Por esa misma razón una descongestionante que hace maravillas cuando tengo gripe (ok, sí me enfermo, pero no hasta ahora nunca he ido a un hospital una sola vez en mi vida por algún problema) solo puede ser comprado en pocas cantidades (UNO por persona. Es decir, si se te acaba, pues tienes que volver a la farmacia y hacer la compra otra maldita vez!!!). La razón? Bueno, “se usa para hacer crystal meth”. La verdad es que si el crystal meth tiene tantas medicinas juntas, fácil tiene más propiedades que la uña de gato y sus consumidores deben ser la viva imagen de la salud… (por favor observen la siguiente imagen con la transformación de un consumidor de dicha droga) En resumen, en este país los adictos abundan, y están en todas las familias, esperando que alguien tenga una receta para ir al encuentro “del dealer” (poner de fondo “Waiting for my man” de Velvet Underground). Las pastillas contra el dolor crean adictos (sin ir más lejos, la esposa del candidato republicano John McCain fue adicta a los analgésicos), los antigripales también, los jarabes para la tos también (se acuerdan del inmortal capítulo de “La familia Ingalls” donde el amigo barbón de “Papá Ingalls” se hace adicto al fórmula 44 de esa época?).

En resumen, perder el tiempo en la farmacia, tener la medicina contadita y sufrir de repetidas visitas al mismo lugar en un dejavu permanente cada vez que te enfermas tiene historia: la historia de una sociedad que consume demasiadas drogas y cree que la burocracia privada es mejor que la burocracia pública. Ojalá que algún ilegal abra una botica en la esquina de donde vivo!

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